Thursday, January 25, 2007

lunes 4 de diciembre

Cuántos seres fantásticos habitan la cabeza de un creador. Nadie puede saberlo exactamente. Ni ellos mismos conocen a todos los que se han hecho un espacio en su interior y han construido su propio universo. Lo pueblan a cada segundo y con cada suceso que ocurre en la vida del hombre llega el aliento a una nueva criatura que puede batir alas o simplemente componerse de pedazos de rostros.
Holguín es la ciudad de los seres fantásticos. Las galerías de arte de la ciudad acogen a menudo exposiciones de artistas plásticos cuyo mundo creativo está lleno de seres desconocidos extrañamente familiares. Y es que en cada uno de nosotros hay imágenes como salidas de un sueño, invenciones que hacemos a partir de lo cotidiano, de los estados de ánimo, de lo que pensamos debería ser y no es.
Pintores como Julio César Rodríguez, Yosvani Caisés, Víctor Manuel Velázquez, Julio C. Báster, entre los más jóvenes y Cosme Proenza entre los consagrados; han enriquecido este mundo de fabulaciones y personajes mitológicos, religiosos, de cuentos de hada o, por qué no, películas de horror. Estremecen los trazos que surgen de la mano de ellos, pues tienen el mágico poder de trasladarnos siempre a algún lugar de nuestros recuerdos o nuestra imaginación.
No soy una experta en arte, pero me atrevería a decir que hay toda una generación de pintores holguineros que crea bajo el influjo de la obra de Cosme. No se trata de imitar. Proenza abrió la puerta a ese otro mundo, dejó entrar a los habitantes de su cabeza vestidos de verdes y azules, con trajes de plumas y sin rostros; y luego otros descubrieron el camino hacia su propio microcosmos. Una suerte para quienes no podemos deshacernos de los nuestros y sentimos el alivio al contemplar las pinceladas de color.

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