Monday, June 01, 2009

1 de junio

Tenía nueve años cuando empezó a trabajar. Salía de Bayamo en la mañana y se iba hacia las primeras lomas que anunciaban la Sierra Maestra, iba a buscar frutas para vender en la ciudad y así ganar unos kilos para contribuir a alimentar a la numerosa familia, eran trece hermanos y solo cuatro eran varones.
Me contó de las veces en que pasó el día con solo un pedazo de boniato y otro de queso y de lo mucho que tuvo que trabajar para hacer que su familia, la que fundó más tarde, no pasara necesidades. Se llamaba Luis, y para él el trabajo era una religión, no había nada más sagrado, lo aprendió en una niñez de pocos juegos y estudios hasta el tercer grado.
María, sin embargo, fue una niña traviesa. Le hacía bromas a su hermano mayor y luego corría por toda la casa cuando él trataba de desquitarse. En la escuela era diferente, allí no había nadie más aplicado.
Los recuerdos que más saborea de su infancia son aquellos en los que están sus padres, porque de ellos aprendió la importancia de ser honrada, de trabajar y hacer bien a los demás. Cuando le pregunto por esa época me cuenta que en el barrio todos admiraban a su familia, no solo por su casa, la mejor de la cuadra porque estaba hecha de mampostería en un barrio donde eso no abundaba; sino porque todos se querían y ayudaban mucho.
Bayamo era por entonces un pequeño pueblo donde apenas quedaba el esplendor de otras épocas y su barrio un sitio donde no había muchas condiciones de vida. Allí no vivía nadie importante, solo obreros de la fábrica Nestlé y personas muy pobres. Ellos mismos no eran ricos, vivían del esfuerzo que hacían sus padres y les iba mejor porque cuando ella tenía seis años había triunfado la Revolución y entonces no tenían que guardar dinero para el médico o la escuela.
El papá de María era repartidor de viandas, verduras y carbón, pero hacía cualquier oficio que le permitiera mantener a su familia. Sus esfuerzos y la nueva sociedad permitieron que sus hijos tuvieran oportunidades diferentes. Luis, aquel niño que a los nueve años viajaba a la Sierra buscando frutas, el papá de María, la vio convertirse en maestra, graduada en una universidad pedagógica, y así cada uno de sus hijos: secretaria, contador, médico.
Karina nació en una ciudad rusa. En el ‘84 se llamaba Kalinin y pertenecía a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética. Su papá había ido a estudiar a ese país y luego su mamá y su hermano se reunieron allí con él. A los seis meses ya estaba en Cuba y a los seis años esa misma Cuba era diferente. Los juguetes se fueron tornando más escasos y en su televisor ruso en colores solo veía dibujos animados en los pocos momentos en que había electricidad. Sin embargo fue una niña feliz, lo digo con propiedad. No fueron tiempos fáciles, eso lo sé bien ahora. Hacían falta muchas cosas, pero yo siempre tuve lo esencial, lo más importante y no solo gracias a mi familia, sino también en buena medida a que he vivido en la Cuba que cambió la vida de esos otros niños que conocí, porque fueron quienes me dieron esa infancia maravillosa que ahora recuerdo.
Mi abuelo no hablaba mucho de sí mismo, pero hoy cuando hay tantas personas que tratan de desacreditar el valor que tienen los niños en nuestra sociedad, tengo que recordarlo. Apuntaba los gastos de la casa en una hoja de papel y si yo estaba mirando sus letras un tanto ininteligibles, siempre me decía como disculpándose, que él no había podido ir mucho a la escuela y me hablaba del boniato y el queso para el día entero. Creo que por eso estaba tan orgulloso de mi mamá, porque le recordaba que sus hijos habían tenido mejor suerte y que sus sacrificios no habían sido en vano. Creo que por eso me miraba y los ojos se le llenaban de luz, porque también para mí las cosas serían mejores.

1 comment:

Unknown said...

wowww acabo de llegar de trabajar por tres largos dias y me has sacado lagrimas que estan llenas de la melancolia que sufre un niño que ha crecido en su fisico pero no en su corazon, a veces me pregunto si mis hijos tendran la oportunidad de conocer y disfrutar lo que es ser niño como la tuve yo, sin cosas materiales pero con la posibilidad de vivir con la cofianza de que nada malo esta a mi alrededor, cuidate mucho estas escribiendo muy bien