Gibara fue ayer la tierra prometida. Parecía una peregrinación, un desfile de jeans descoloridos, mochilas, blusas perfumadas, hermosos vestidos; todo mezclado en esas mareas de personas a lo largo de la carretera, desplazándose por los más diversos medios como si las llamara una sola voz, la de Gibara, la del sexto Festival Internacional de Cine Pobre.
En la ciudad todos esperaban ansiosos. Los niños no querían perderse los títeres, los hombres en zancos, los fuegos de artificio. Los adultos aguardaban por las palabras de Humberto Solás, la apertura oficial y la película Personal Belongins, un proyecto que echó a andar bajo las alas de este festival.
Después todo fue música, virtuosismo vestido de juventud y con muchos nombres, liderados por Raúl Paz. Y a pesar del fin del concierto no se acalló la melodía. Hay en Gibara un canto eterno que muchas veces se confunde con el mar. No sé si fue el que brotó de las gargantas de los lugareños, pero si se escucha bien pareciera que se oye en la distancia: ¡Viva Gibara! ¡Viva Gibara! La soberana de los ensueños.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment